Variable State y Annapurna lanzan un título flojo e inconsistente que no emociona a nadie. Aquí está nuestro análisis de Last Stop.
Cuando Variable State presentó Last Stop en sociedad, muchos pensamos que seríamos testigos de la consagración de una idea. Tras el impecable Virginia, aquella obra con tintes de David Lynch y Twin Peaks, todo apuntaba a que el estudio británico llevaría a un nuevo nivel su forma de contar historias. Londres, ciencia ficción e historias entrelazadas son los tres baluartes de un barco que, por desgracia, hace aguas nada más salir del puerto. A continuación tenéis nuestro análisis de Last Stop para Nintendo Switch.
Comúnmente se dice que, cuando retrocedemos, lo hacemos para evolucionar. No es el caso de Variable State. Last Stop es el primer título del estudio en un lustro, motivo por el que muchos esperaban el nuevo proyecto de los creadores de Virginia. Cambiando el paraje libertario de EEUU por la fría atmósfera londinense, el equipo británico quiere, sin éxito, referenciar a clásicos de la cultura pop de la sociedad inglesa. Doctor Who o Black Mirror son algunos de los ejemplos más claros, obras que por su calidad han conseguido trascender y, por el camino, influenciar títulos como este.
Pese a esto, y cierto es que es una buena idea, Last Stop se siente constantemente como un quiero y no puedo. Es lento en su arranque, inconsistente a la hora de contar su historia y abrupto de cara a cerrar todos los flancos abiertos. Es, sin duda, un producto flojo, un juego que no duda en dejar a un lado su apuesta jugable para potenciar tanto la forma de contar la historia como la manera de transmitirla. Su dirección artística rezuma séptimo arte y no esconde en ningún momento sus influencias, pero a la larga da la impresión de que el estudio se centró en exceso en este aspecto. Y, si bien esto no podría ser un problema, lo es cuando el dinamismo de los primeros cinco minutos resulta ser un espejismo.
La historia de Last Stop es, en su base, potente. El prólogo, lleno de acción, nos presenta el contexto de una fábula que sucede cuatro décadas después. La alusión al título es constante, la obra juega constantemente con el concepto de “la última parada”. El propio selector de capítulos es, de hecho, un vagón de tren, uno en el que se encuentran los tres protagonistas: John, Meena y Donna.
El primero es, a todas luces, el estereotipo de soltero cuarentón con una hija a su cuidado. Odia su trabajo, no le gusta su vida y, además, tiene que vérselas con un hombre más joven, alto y guapo que recibe su correo por error. Meena, por su parte, es una agente fría y calculadora. Egoísta por naturaleza, es capaz de hacer cualquier cosa siempre que consiga beneficio personal. Por último tenemos a Donna, una adolescente con problemas familiares que busca evadirse de estos con la compañía de sus amigos.
Last Stop está lleno de clichés y personajes manidos que acusan falta de originalidad. Gracias a su reparto coral, Variable State busca sin acierto entrelazar las historias de los protagonistas. Algunos secundarios van y vienen entre los capítulos de John, Meena y Donna, pero su importancia es tan pequeña que estos encuentros son puramente anecdóticos. De hecho, también comparten algunos escenarios o tonos musicales, prueba de que el estudio británico se ha esforzado en crear una atmósfera coral, pero estos intentos denotan una búsqueda forzada de conectar el hilo narrativo.
Como el elemento más importante del juego, era de esperar que la desarrolladora apostara fuerte por su narrativa. Last Stop es una aventura conversacional, un título donde jugar es anecdótico, y aún así no consigue ofrecer una historia que cautive al jugador. Intenta sin éxito atrapar al jugador, su estructura es clara y busca terminar cada capítulo con una revelación que enganche. Pero, simple y llanamente, no lo consigue. A lo largo del juego, observamos el devenir de los acontecimientos con pasividad, un hecho grave si tenemos en cuenta que hablamos de una obra de poco más de 5 horas. Y sí, reconozco que al final remonta, pero un buen desenlace no justifica una travesía floja.
Cuando ves títulos como Luigi’s Mansion 3, Monster Hunter Rise o Breath of the Wild, sabes que la híbrida de Nintendo es capaz de grandes cosas. Sin embargo, trabajos como el de Variable State alimentan esa leyenda urbana que asegura que la consola de la gran N está muy por detrás de los otros sistemas del mercado. Sí, es cierto que Switch no está a la vanguardia tecnológica, ni siquiera en el terreno portátil. Pero, pese a saber esto, el resultado de Last Stop en la consola es pobre y desganado.
Mientras en otros sistemas luce espectacular, en Nintendo Switch los usuarios se tienen que conformar con un juego que cumple. Y ya, técnicamente es imposible hablar más allá de un aprobado raspado. Es evidente que Variable State no concibió el juego como un producto para la híbrida. En PC, donde mejor luce, demuestra cierto músculo gráfico que mejora la experiencia y las sensaciones jugables. En Switch, por desgracia, los usuarios se tendrán que conformar con un port que a duras penas aprueba.
Podría ignorar este apartado en el análisis y no pasaría nada. El inicio de Last Stop es tan frenético como engañoso. El prólogo del título nos presenta, a priori, todas las ideas que abarcaremos en la obra. Los QTE y la toma de decisiones al límite componen los cinco primeros minutos de un juego que, a la larga, abandona por completo esta propuesta. Los momentos trascendentales relacionados con la jugabilidad, por desgracia, pueden contarse con los dedos de una mano.
En otras obras del género, como la propia Virginia, estos pequeños compases forman parte de la experiencia del juego. Se implementan a la perfección y casan con las ideas del mismo. Aquí, por desgracia, jugar se reduce a servir el té o tomarnos un café. De hecho, el estudio implementa mecánicas de sigilo o ritmo, propuestas muy interesantes, pero en el conjunto global estas carecen de importancia alguna. De hecho, la propia toma de decisiones es anecdótica.
Last Stop desembocará, sí o sí, en los dos posibles escenarios que plantea para cada personaje. Tomemos el camino que tomemos, la experiencia terminará siempre de la misma forma. Las conversaciones durante los capítulos solo modificarán la información que llegaremos a conocer. Esta idea, además de floja, casi resta por completo el valor del juego como producto narrativo. Variable State no ha sabido implementar bien los compases jugables en la forma de contar la historia. Por desgracia, en un título de este género, eso resta mucho más de lo que suma.
Las expectativas tras Virginia eran altas. Variable State, por desgracia, no es uno de esos estudios que puedan presumir de presupuesto. Su primer trabajo les reportó varios premios, la consideración de la crítica y el cariño de los jugadores. Con el segundo, por desgracia, no podemos decir lo mismo. Last Stop es, en resumidas cuentas, un título flojo e inconsistente que no emociona a nadie. Cuando se presentó, muchos cruzamos los dedos esperando una obra a la altura del anterior proyecto. Por desgracia, no es así.
La historia, si bien tiene una buena premisa, está ejecutada de forma horrible. Las lagunas y las dudas son constantes, y muchas de ellas no quedan resueltas hasta los últimos minutos, momento en el que muchos habrán perdido el interés en seguir adelante con una obra en la que jugar es anecdótico. El equipo británico lo apostó todo por una narrativa cinéfila, olvidando por el camino que los compases jugables también son importantes. Sí, Last Stop puede gustar a cierto público, pero al final del día es un título con una historia simple protagonizada por personajes sin carisma. Y eso, en una propuesta conversacional, es imperdonable.
Si os ha gustado el análisis de Last Stop, os recordamos que podéis echar un vistazo al top de Nintendo Switch desde aquí.